La comedia eterna


Read by Alba

—No... nada de gritos... Hablemos tranquilamente, sin exaltarnos... Ya verás como al fin logramos entendernos. Vamos, con franqueza, dudas de mí, ¿no es cierto?

—¡Sí!

—¡Oh, gracias por la declaración!

—Creo merecerlas por mi sinceridad—respondió Federico fríamente.

—¡Dios mío!, ¿pero tú ignoras que no hay nada más desagradable que un hombre sincero?

—Consecuencia: ni nada más agradable que un hombre falso.

—Vaya, volvemos a las andadas... Estás esta noche insoportable. Pero, en fin, sea puesto que lo quieres.—Hizo una pausa.—Quizás tengas razón al dudar de mi.

—¡Andrea!

—Pero qué, ¿te incomodas? ¡Cuando te digo que Ja verdad resulta a veces poco simpática!

Federico la interrumpió irritado.

—¿Qué es lo que te propones?...

— Nada absolutamente, amigo mío. ¿He sido yo quien ha provocado esta desagradable cuestión? ¡Oh, está visto; todos los hombres son lo mismo! ¿Acaso no te he recibido esta noche, como siempre, con los brazos abiertos, cariñosa, enamorada—o aparentando estarlo; es igual? ¡Pues qué más puedes exigirme! ¿Me he preocupado yo de averiguar si me habías sido fiel o no, durante los días en que hemos estado sin vernos? ¿Con qué derecho me exiges que te dé explicaciones que yo no te demando a tí? A tu edad ya debías haber aprendido que cuando una mujer es prudente y no pide cuentas, es porque quiere que imiten su conducta y tampoco se las pidan a ella.

—De modo que convienes conmigo...

—Mira, yo soy como soy, una mujer algo vana, algo caprichosa; pero que en realidad te quiere más de lo que mereces. No me pidas imposibles... ¡Ambicioso! ¡Te amo una vez a la semana, y todavía te quejas!

¡Ay, amigo mío! ya ha pasado aquel tiempo en que yo tenía la virtud de la constancia.

Es la historia eterna. Quise de buena fe y me engañaron. Ahora se han vuelto las tornas, y soy yo la que engaña. No es mía la culpa si soy algo mala. Me han educado en la falsía, en la mentira... Hago lo que me han enseñado a hacer.

Amé tanto... en una ocasión, que derroché el caudal de mis sentimientos de una vez, sin reservarme nada, sin guardarme nada, generosa y locamente...

Y ahora, ¿qué hacer para recobrar el amor gastado?

Pero te ruego que no dudes de mi cariño.

Yo te amo todo lo que puede amar una mujer desengañada. No creo en ti porque no creo en ningún hombre; y sin embargo, es posible que tú no seas igual a los demás, y que me quieras realmente.

¡Oh, si yo pudiese convencerme de eso!

A los treinta años se sabe amar mejor que a los veinte, y acaso yo sea capaz de amar todavía.

¡Pero a qué pensar en imposibles! Sigamos como hasta aquí; queriéndonos..., pero una vez por semana. Quizás la felicidad consista en no amar demasiado... El fuego calienta; pero también quema.

Y ocultando la cara entre sus manos, añadió en voz baja:

—¡Qué enigma es el amor!

Entonces Federico se arrojó llorando a los pies de Andrea.

—¡Te amo!

Ella le miró compasiva y risueña, y lentamente, midiendo las palabras, con acento emocionado:

—¿Pero no me engañas? ¡Ven entonces a mis brazos! Vamos a representar de nuevo la comedia del amor. ¡Ay, Dios quiera que la obra no termine con alguna traición, como terminan todas!


Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.

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La comedia eterna 8:01 Read by Alba