Canto de la vida pública
Walt Whitman
Read by Alba





A pie, con el corazón ligero, huello la vía pública; 
            Franco y salubre el mundo se dilata ante mí; 
            El largo camino de tierra bruna que diviso, se extienda hasta donde me plazca ir. 
En adelante no esperaré más la suerte; yo mismo seré la 
              suerte. 
              En adelante, no lloriquearé más, no tendré más necesidad de 
              nada. 
              Estoy harto de dolencias que huelen a cuartos cerrados, de 
              bibliotecas y de críticas fastidiosas; 
              Alegre y fuerte recorro la vía pública. 
La tierra, y basta. 
              No deseo que las constelaciones estén más próximas. 
              Sé que están muy bien allá donde están, 
              Sé que ellas bastan a aquellos a quienes pertenecen.            
(También por aquí llevo conmigo mi antigua y venturosa 
              carga.
              Sí: llevo los hombres y las mujeres, los llevo conmigo dondequiera que vaya. 
              Juro que no me es ¡posible abandonarlos. 
              Estoy lleno de ellos y quiero saturarlo a mi vez).
Tú, vía por la que me encamino, paseando las miradas a mi 
              alrededor, no creo que seas lo único que hay por aquí: 
              Creo que aquí existen igualmente muchas cosas invisibles.            
He aquí la lección profunda de la aceptación, sin preferencias ni repulsas, 
              Los negros de cabezas lanudas, los criminales, los enfermos, 
              los incultos no son rechazados; 
La mujer que alumbra, la corrida en busca del médico, el 
              mendigo que anda, el ebrio que titubea, el grupo de obreros  con 
              sus carcajadas; 
              El adolescente que escapa, el carruaje del ricacho, el  dandy, 
              la pareja prófuga, 
              El hombre matinal que anda por los mercados, el carro  fúnebre, 
              la mudanza del que se ausenta para la ciudad, la partida de  la 
              ciudad: 
Todo eso pasa, y yo también paso indistintamente; 
              Nada puede ser prohibido, 
              Todo es aceptado, todo me es simpático y agradable.            
¡Tú, aire que me brindas el aliento para hablar! 
              ¡Vosotros, objetos que pecáis del estado difuso y dais forma a cuanto quiero decir! 
              ¡Tú, luz que me envuelves a mí y a lo demás, en tus delicadas ondas iguales para cada cual! 
              ¡Vosotros, senderos trazados por los pasos en los altibajos 
              irregulares al borde de las rutas! 
              Creo que estáis penetrados de invisibles existencias. 
              (¡Me sois tan queridos!) 
              iVosotras, embaldosadas avenidas de las ciudades!  ¡Vosotros, 
              sólidos bordes de las aceras! 
              iVosotros, bancos! ¡Vosotras, estacas y maderas de los  muelles!
              ¡Vosotras, urnas guarnecidas de madera en las que se encajan las chatas fluviales! ¡Vosotras, naves, a lo lejos! 
              ¡Vosotras, hileras de casas! ¡Vosotras, fachadas sembradas 
              de ventanas! 
              ¡Vosotros, pórticos y puertas! ¡Vosotros, techos y  enrejados!
              ¡Vosotras, ventanas cuyos vidrios transparentes dejarían ver 
              tantas cosas!
              ¡Vosotras, piedras grises de las calzadas interminables!              ¡Vosotras, pisoteadas encrucijadas! 
              De cuantos os han hollado creo que algo habéis conservado en 
              vosotros, y ahora queréis comunicármelo en secreto; 
              Con vivos y con muertos habéis poblado vuestra impasible 
              superficie; los espíritus de unos y de otros ahora querrían  manifestarme su presencia y amistad. 
              A la derecha y a la izquierda se extiende la tierra. 
              El cuadro es viviente, cada una de sus partes se muestra en 
              la más clara luz. 
              Dócilmente la música suena allí donde se la llama, y calla 
              donde no; 
              Gozosa es la voz de la ruta común, fresco y alegre es el sentimiento de la ruta.
¡Oh gran ruta que recorro! eres tú quien me dice: No me 
              abandones? 
              Dices: No te inquietes.
¡Si me dejas te perderás!
              Dices: ¡Ya estoy pronta, 
              Me siento hollada por todos y nadie me contesta; fíate en  mí! 
              ¡Oh vía pública! — te contesto — ; no tengo miedo de abandonarte, y sin embargo te amo. 
              Me manifiestas mejor de lo que yo mismo puedo manifestarme; 
              Serás para mí más que mi poema. 
Pienso que todas las acciones heroicas fueron concebidas en 
              pleno aire, lo propio que todos los libres poemas. 
              Pienso que yo mismo podría detenerme y realizar milagros. 
              Pienso que amaré todo lo que encuentre por la ruta, y que 
              cualesquiera que me mire me amará. 
              Pienso que cuantos veo deben ser forzosamente felices.
A partir de ahora me liberto de los límites y de las reglas 
              imaginarias. 
              Iré donde me plazca, seré mi señor total y absoluto. 
              Escucharé a los otros, examinaré atentamente lo que dicen. 
              Me detendré, escrutaré, aceptaré, meditaré. 
              Y suavemente, con una irresistible voluntad, me sustraeré a 
              los compromisos que quisieran detenerme.
Aspiro grandes bocanadas de espacio, 
              El Este y el Oeste son míos, el Norte y el Sur son míos. 
Soy más grande y mejor de lo que había imaginado, 
No sabía que atesorara en mí tantas buenas cosas. 
Todo me parece admirable, 
              Puedo repetir sin cesar a los hombres y a las mujeres:
              Me habéis hecho tanto bien, que querría devolveros otro  tanto; 
              Quiero absorber fuerzas nuevas a lo largo de la ruta para mí              y para vosotros, 
              Quiero, a lo largo de mi ruta, dar lo mejor de mí a las mujeres y a los hombres. 
Quiero esparcir entre ellos una nueva felicidad y una rudeza nueva; 
              Si alguien me rechaza, no por ello me turbaré;
              Quienquiera que me acepte, ese o esa, será bendito y me 
              bendecirá. 
Si ahora se presentaran un millar de hombres perfectos, eso no me sorprendería.
Si ahora se presentaran un millar de mujeres de cuerpo admirable, eso no me asombraría. 
              Porque ahora descubro el secreto que preside la formación de 
              individuos superiores. 
              Es desarrollarse en pleno aire, comer y dormir en compañía 
              de la tierra. 
Aquí hay sitio para la manifestación de una gran  personalidad. 
              (Semejante destino se apodera del corazón de toda la raza 
              de los hombres. 
              La fuerza y la voluntad que difunde, sumergen las leyes, rechazan las autoridades y los argumentos coligados contra  ella). 
Aquí se pone a prueba la sabiduría. 
              La sabiduría no se pone a prueba en las escuelas. 
              La sabiduría no puede ser transmitida por el que la posee al 
              que no la posee. 
              La sabiduría es del resorte del alma, no es susceptible de 
              prueba, ella misma es su propia prueba.
              Se aplica a todos los grados, objetos, cualidades, y  permanece 
              satisfecha. 
              Es la certidumbre de la realidad y de la inmortalidad de las 
              cosas, es la excelencia de las cosas; 
              Hay algo en el móvil espectáculo del mundo que la hace 
              emerger del alma. 
Ahora analizo las filosofías y las religiones: 
              Pueden parecer muy buenas en las salas de conferencias, 
              Y sin embargo, no significar nada bajo las vastas nubes,  frente al paisaje y a las aguas corrientes. 
              Aquí es donde nos damos cuenta; 
              Aquí es donde el hombre siente sus concordancias, 
              Comprende lo que en sí encierra; 
              El pasado, el futuro, la majestad, el amor. 
              Si eso suena a hueco en vosotros, es porque estáis vacíos 
              de ello. 
iLo único que nutre es la simiente oculta en el corazón de  cada objeto. 
              ¿Dónde está el que arrancará la suya para vosotros y para mí? 
              ¿Dónde está el que desenvolverá las estratagemas y deshará              las envolturas para vosotros y para mí? 
Aquí es donde los afectos se manifiestan; no son preparados 
              de antemano; sobrevienen de improviso. 
              ¿Sabéis lo que es ser amados, por extranjeros, cuando pasáis? 
              ¿Conocéis la elocuencia de las pupilas que se vuelven para 
              miraros? 
Aquí se expande el alma. 
              La expansión del alma emana de lo interno, a través de portales enguirnaldados de follajes provocando incesantes  cuestiones.
¿Por qué estos ímpetus? ¿Por qué estos pensamientos en las tinieblas?
¿Por qué existen hombrea y mujeres hechos de tal suerte que 
              cuando se hallan a mi lado el sol dilata mi sangre? 
              ¿Por qué cuando me abandonan, mis llamas de alegría  declinan blandas y chatas? 
              ¿Por qué hay árboles debajo de los cuales nunca me paseo sin 
              que amplios y melodiosos pensamientos desciendan sobre mí? 
              (Estoy por creer que quedan suspendidos de esos árboles invierno y verano, y dejan caer siempre sus frutos cuando yo  paso). 
              ¿Qué es, pues, lo que intercambio tan repentinamente con los 
              extranjeros? 
              ¿Con ese cochero, cuando me siento a su lado en el pescante? 
              ¿Con ese pescador que arroja su anzuelo o su red en la ribera, cuando pasando a su lado me detengo a contemplarle? 
              ¿Qué es lo que hace que me sienta libremente abierto a la 
              simpatía de un hombre o de una mujer? 
              ¿Qué es lo que hace que estén libremente abiertos a mi simpatía? 
La expansión del alma es la felicidad; aquí está la  felicidad. 
              Creo que llena el aire, que permanece en perpetua espera, 
              En este momento fluye en nosotros, ya rebosamos de ella. 
Aquí se expande el imperio fluido de la simpatía. 
              El fluido carácter de la simpatía que crea la franqueza y la 
              suavidad del hombre y de la mujer. 
              (Las hierbas matinales no germinan más frescas ni más suaves cada día, desde el fondo de sus raíces, que la frescura  y la 
              suavidad con que ella surge por sí, continuamente). 
Presto los fluidos de la simpatía hacen trasudar de amor a 
              los jóvenes y a los viejos. 
              Hace filtrar gota a gota ese encanto que se ríe de la  belleza y 
              de los talentos. 
              Suscita el deseo trémulo y doloroso del contacto. 
¡Vamos! Quienquiera que seáis, ¡en marcha conmigo! 
Viajando a mi lado encontraréis lo que nunca fatiga. 
La tierra jamás fatiga. La tierra es ruda, taciturna, incomprensible al principio.
La Naturaleza es ruda e incomprensible al principio; 
              No os descorazonéis; continuad. Las cosas divinas siempre  yacen ocultas. 
              Yo os juro que las cosas divinas ocultas en su seno, son más 
              bellas que lo que pueden decirlo las palabras.
¡Vamos! no debemos hacer alto aquí, 
              Por más gratas que sean las reservas aquí acumuladas, por 
              más deleitosa que sea esta residencia, no podemos quedarnos; 
              Por resguardado que sea este puerto, por más calmosas que 
              parezcan sus aguas, no debemos echar el ancla aquí; 
              Por halagüeña que fuere la hospitalidad que nos brinden, no 
              podemos aceptarla más que de paso. 
              ¡Vamos! Grandes serán las tentaciones, 
              Pero más grandes deberán ser los móviles que nos estimulen. 
              Navegaremos mares inhollados y salvajes. 
              Iremos donde soplen los vientos, donde se estrellen  furiosamente las ondas, y el velero yanqui vuele con todas sus velas  desplegadas. 
              ¡Vamos! Con potencia y con libertad, con la tierra y con  los 
              elementos, 
              Con salud, con osadía, con entusiasmo, con orgullo y con curiosidad; 
              ¡Vamos! ¡Saltemos por encima de las fórmulas! 
              Por encima de vuestras fórmulas, clérigos materialistas de  ojos 
              de murciélagos. 
              El cadáver putrefacto obstruye el paso; 
              No esperemos más para sepultarlo. 
¡Vamos! ¡Mas oídme antes! 
              El que viaja conmigo ha menester una sangre óptima, gallardía y perseverancia. 
              Nadie ose acompañarse en la prueba si no posee coraje y  salud, 
              No se arriesguen los que han gastado lo mejor de sí; 
              Sólo pueden venir los que poseen un cuerpo puro y resuelto. 
              Los enfermos, los alcohólicos, los podridos por el mal  venéreo 
              no serán de los nuestros. 
¡Yo y mis iguales no convencemos con argumentos, con comparaciones ni con estrofas rimadas, 
              ¡Convencemos con nuestra presencia! 
¡Escuchad! Quiero ser sincero con vosotros; 
              No os ofrezco los fáciles premios del pasado, os brindo los 
              rudos premios del presente, 
              Los días que viviréis serán así: 
              No acumularéis lo que se llama riqueza, 
              Dispersaréis con mano pródiga cuanto ganéis con vuestro sudor o vuestros méritos. 
              Apenas llegados a la ciudad, a la tierra prometida, apenas instalados en una y otra a vuestro agrado, un ímpetu  irresistible 
              os esforzará a abandonarlas. 
              Entonces, y siempre, oiréis las risas sarcásticas y las  sangrientas burlas de los sedentarios y de los que queden detrás; 
              Si notáis algunos gestos de cariño, sólo contestaréis con  apasionados besos de adiós. 
              ¡No permitiréis que os retengan aunque os abran y tiendan  los 
              brazos con amor! 
¡Vamos! ¡Junto con los grandes compañeros, para convertirnos en uno de ellos! 
              También ellos siguen la ruta, 
              ¡Los hombres, esbeltos y admirables; las hembras,  majestuosas, 
              Que aman los mares tranquilos lo mismo que las olas tempestuosas. 
              Que han navegado sobre tantas naves, y recorrido tantas leguas de tierra firme, 
              Los viajeros de remotos países, los frecuentadores de  lejanísimas moradas. 
              Que confían en los hombres y en las mujeres, observan las 
              ciudades, y los laboriosos solitarios. 
              Los que se detienen a contemplar las hierbas silvestres, las  flores, y las conchas playeras, 
              Los que bailan en las bodas, abrazan a la desposada,  acarician 
              tiernamente a los niños, y por momentos hacen de ayos, 
              Los soldados de la rebelión, los contempladores de las fosas 
              recién abiertas, los que ayudan a bajar el ataúd; 
              Que viajan durante estaciones y años consecutivos; 
              Estos curiosos amigos, cada uno de los cuales emerge del que 
              le ha precedido. 
              Andando, con los diversos aspectos de ellos mismos, como con 
              otros tantos compañeros, 
              Andando, desde el fondo de su primera edad latente, e inconsciente, 
              Andando, con su juventud, con su virilidad barbuda e impertérrita. 
              Andando, con su femenilidad, amplia, insuperada, feliz, 
              Andando, con su vejez sublime de hombre o de mujer,
              Vejez calmosa, dilatada, llena de la augusta majestad del  universo. 
              Vejez que avanza libremente como soliviantada por la  deliciosa y próxima libertad de la muerte. 
¡Vamos! Hacia lo que no tiene fin, ni tuvo prmcipio, 
              A sufrir lo indecible en la laxitud de los días y en el  reposo 
              de las noches, 
              A anegarlo todo en la ruta que engloba los contrastes y loa 
              obstáculos, en los días y en las noches del viajar, 
              A resumirlos en cada nueva etapa, en partidas para más grandes viajes, 
              A no ver ni saber de cosa alguna que podáis alcanzar y  ultrapasar, 
              A no concebir tiempo, por lejano que sea, que no os sea dado vivir y preterizar, 
              A no alzar ni bajar nuestras miradas sobre ruta alguna que 
              no se extienda para que la holléis. 
              Que por larga que sea no se extienda para que la finalicéis, 
              A no ver existencia, sea la de Dios o de quienquiera, que 
              vosotros no podáis realizar, 
              A no contemplar posesión que no podáis poseer, a disfrutar  de 
              todo sin trabajo ni compra, gozando de la fiesta sin  sustraer un 
              adarme de ella, 
              A elegir lo mejor de la granja del colono, de la elegante  villa del rico, de las castas alegrías de los desposados, de  las frutas de los vergeles, de las flores de los jardines, 
              A llevar con vosotros las multitudes de las ciudades que  atravesaréis, 
              Los edificios, las calles, los monumentos, las ruinas, 
              A asir el espíritu de los hombres en el fondo de sus cerebros, a medida que os crucéis con ellos, y los cariños en el  fondo de su corazón, 
              A llevaros vuestros amigos a lo largo de la ruta, a pesar  de 
              que ellos permanezcan estacionarios donde los halléis, 
              A considerar el universo mismo como una ruta, una universidad de rutas, de rutas para las almas migradoras. 
El origen de todo arranca del viaje de las almas: 
              Todas las religiones, todas las cosas sujetas a la pesantez  y a 
              la gravitación, las artes y los gobiernos. 
              Todo lo que fue y es, en este globo o en cualquiera otro globo. 
              Se oculta en escondrijos y en rincones, ante la procesión de 
              las almas desfilando por las grandes rutas del universo. 
Todos los demás viajes y progresos no son sino el emblema y la contraseña del viaje de las almas por las grandes rutas del universo.
¡Siempre vivos! ¡Adelante siempre! 
              Graves, orgullosos, melancólicos, escarnecidos, locos,  turbulentos, débiles, descontentos. 
              Desesperados, altivos, amorosos, enfermos, aceptados y  rechazados por los hombres, 
              ¡Todos van! ¡Van! ¡Yo sé que van; lo que ignoro es dónde van! 
              ¡Sé que van hacia lo mejor! 
              ¡Hacia algo grande! 
              ¡Quienquiera que seáis, salid fuera! 
              ¡Hombre o mujer, avanzad! 
              No debéis quedaros a dormir o a tontear en casa, aunque la 
              hayáis construido con vuestras manos, o la hubieran  construido 
              para vos. 
¡Salid de los umbrosos retiros! ¡Salid de entre los  cortinajes! 
              Es inútil que protestéis, lo sé todo, y os lo manifiesto.
              Mirad dentro de vosotros los estragos del reposo: 
              A través de las risas, de las danzas, de las comidas y de  las 
              cenas populares, 
              Debajo de los trajes, de los ornamentos, de las caras  lavadas 
              y teñidas. 
              Mirad, silenciosos, ocultos, el disgusto y la  desesperación. 
              Ni marido, ni mujer, ni amigo, son bastante seguros para escuchar la confesión; 
              Un otro yo, un doble de cada cual es el que, a pasos furtivos, ocultando y disimulando su ser. 
              Anda amorfo y sin voz por las calles de las ciudades, cortés 
              y dulzón en los salones, 
              En los vagones de los ferrocarriles, en los vapores, en las  reuniones públicas, 
              En las casas de los hombres y de las mujeres, en la mesa, en 
              el lecho, por todos lados: 
              Se presenta correcto, sonriente, el talle erguido, con la muerte en el pecho y el infierno debajo del cráneo, 
              Bajo las sábanas finas, y los guantes, bajo las cintas y  las flores artificiales, 
              Respetuoso de las costumbres, mudo respecto de su persona, 
              Hablando de todo en sociedad, pero jamás de sí. 
iVamos! ¡A través de las luchas y de las guerras! 
No podemos abandonar la conquista de la meta. 
¿Habláis del éxito de las pasadas luchas? 
              ¿Qué es lo que ha tenido éxito? ¿Vosotros? ¿Vuestra nación? 
              ¿La Naturaleza? 
              Escuchadme bien: la esencia de las cosas y las empresas es 
              tal, que a pesar de todo éxito recogido, sea éste cual  fuere, deben 
              surgir otras cosas y otras empresas, engendradoras de  mayores esfuerzos. 
              Mi vocación es vocación de batalla; mi canto es toque de  clarín. Yo engendro rebelión activa,
              El que venga conmigo debe venir bien armado. 
              ¡El que venga conmigo tendrá a menudo por compañeros el 
              hambre, la pobreza, la enemistad y el abandono! 
              ¡Vamos! ¡La ruta se abre ante nosotros! 
              Es segura, yo la he recorrido, mis pies la han probado  cuidadosamente: 
              ¡Que nada os detenga! 
              ¡Queden las cuartillas vírgenes sobre el escritorio, y el  libro 
              sin abrir en su anaquel!
¡Queden las herramientas en el taller! ¡Quede el dinero  sin 
              ser ganado  ¡Quede la escuela en su sitio  ¡No hagáis  caso de los 
              gritos del maestro!
              ¡Que el predicador predique en el púlpito! ¡Que el  abogado 
              abogue en el tribunal! ¡Que el juez interprete la ley!
 ¡Camarada! ¡He aquí mi mano! Te doy mi cariño, más precioso que el oro.
Te doy mi ser por completo, en vez de prédicas o de leyes.
¿Quieres darte a mií? ¿Quieres venir a viajar conmigo?
¡Seguiremos juntos y unidos tanto como duren nuestras vidas! 
Poemas. Publicado en 1912, Montevideo: Claudio García
Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.
Chapters
| Canto de la vida pública | 39:29 | Read by Alba | 
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