Hoja de otoño
Gelesen von Alba
Ramón López Velarde
Leve como una virgen de las que ilustran los márgenes de los viejos misales, pasas con la gravedad de tus treinta años, dejando caer en los labios exangües ora una buena sonrisa, ora una buena palabra. Tu palidez y tu melancolía son las mismas de la Renata que suspira, llora y muere en las páginas de la novela francesa.
Amas y eres amada... Pero ¿acaso vives feliz? Seguramente no. Tu sueño es alto y fúlgido como una constelación, y para mirarlo y abismarte en él vas arrastrándote sobre rocas inclementes, pisando sobre senderos prosaicos y dejando la cauda nívea de tu traje en las espinas con que la vida diaria te maltrata. Tu sueño es alto y fúlgido como una constelación, pero vas estrechando contra tu pecho la hostia de una quimera en tanto que la realidad impía te agobia como agobió a los niños y a las doncellas mártires.
¡Pobre hoja de otoño! Todos te miran atravesar la oscuridad de la selva y la desolación de los campos, sin que ninguno experimente una efusión sentimental, sin que ninguno vaya a aligerarte el peso de los días grises y torvos de la primera cana que ha plateado tus rizos de leyenda, un poco más arriba de la frente; sólo yo busco tus huellas como una ruta de bendición y de salud.
Mi soledad persigue la tuya inútilmente. En la fría austeridad de tu casa suspiras sin que yo recoja tu suspiro; cantas sin que los ágiles trinos, que se desmayan con un hechizo de languidez, hagan dentro de mí un milagro de armonía; y rezas, con las manos cruzadas sobre el raso sombrío del reclinatorio, como dos lirios en un rincón de lobreguez, sin que yo mire cómo alzan el vuelo las plegarias.
No llores el fracaso de tu desconocida existencia; la vida es efímera, más que tú misma, pobre hoja de otoño, y Renata se extravió lamentablemente al decorar con el prestigio fundamental de su tristeza los episodios contingentes de la miseria humana. Vale más una lágrima de Penélope que todas las desgracias de Ulises y un suspiro de Julieta es excesivo para las penas de Romeo.
Seguirás rodando, hoja de otoño, y contigo rodará mi infortunio sobre las alas del mismo viento de inquietud. Vayamos sobre el río sordo de la muerte, sobre la misma ola negra, sin dolor y sin miedo, que la luz elísea de ultratumba compensa de las tinieblas del planeta, y todas las angustias que se debaten sobre el polvo ascienden, al fin, a la gloria de un Zodíaco eterno.
Hoja de otoño, abracémonos en la sombra para conseguir un poco de paz y navegar por la atmósfera sutil, hacia los astros seculares...
El Eco de San Luis, San Luis Potosí, 31 de agosto de 1913
Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.